PILAR ALVAREZ - MADRID
El mejor momento para aprender un idioma
Cuanto
antes mejor. Los investigadores del Instituto de Aprendizaje y
Ciencias del Cerebro de la Universidad de Washington, Patricia K.
Khul y Andrew N. Meltzofr, lo tienen claro. El cerebro de un niño de
cero a siete años “se adapta fácilmente a cualquier innovación”.
“A esa edad puede notar sin problema si su abuela habla un tercer
idioma y adquirirlo de forma natural”, explica Meltzofr. “Si vas
de visita con tus hijos a otro país, es probable que ellos
vuelvan sabiendo varias palabras relacionadas con el fútbol después
de jugar un partido con otros niños, mientras que tú no pilles nada
compartiendo el tiempo con sus padres”, añade.
Entre
ocho y 18 años de edad, según estos expertos, el aprendizaje se
vuelve “más académico y lento”. A partir de entonces, el reto
se complica. “Si está leyendo esto y ya es adulto, es demasiado
tarde para usted”, ironiza Meltzofr.
“Nunca
es tarde para aprender otra lengua”, considera, por contra, la
profesora Viorica Marian, de la Universidad
de Northwestern.
Ella creció hablando rumano y ruso, su tercera lengua es inglés y
tiene nociones básicas de español, francés y holandés. Esta
investigadora admite las ventajas de adquirir una segunda lengua de
niño, como “la posibilidad de sonar como un hablante nativo sin
acento extranjero”, pero defiende que el dominio de otro idioma
“puede llegar a cualquier edad” y mejorar el control de la
función de inhibición del cerebro en apenas unos meses.
Cuanto
más oxígeno o sangre fluye a una región, más esfuerzo realiza esa
parte del cerebro. Los que solo hablan un idioma tenían más
activadas las regiones de control de inhibiciones del cerebro que los
bilingües, es decir, “trabajan más duro para encontrar las
respuestas”, añade Viorica Marian, autora principal del estudio
publicado en la revista Brain
and Language.
¿Qué
efectos tiene que el cerebro funcione de uno u otro modo? Según las
conclusiones del equipo de la profesora Marian, los niños bilingües,
por ejemplo, desechan “con más facilidad” el ruido en la clase
para concentrarse en la lección. “Si estás conduciendo u operando
en un quirófano es importante enfocarte en lo que realmente importa
e ignorar lo que no”, añade.
El
equipo de trabajo de Seattle, incluye investigadores postgraduados
que analizan el aprendizaje y el comportamiento del cerebro de sus
propios hijos, que son bilingües de inglés combinado con diferentes
idiomas.“El cerebro de una persona que habla dos lenguas es mucho
más flexible, enfrenta situaciones más complejas por lo que busca
mejor las soluciones y acaba resultando mucho más ágil”,
explicaba Patricia K. Khul, que estuvo en España con Meltzofr a
finales de septiembre y visitó la red de colegios bilingües de la
Comunidad de Madrid.
Meltzofr
y Khul han presentado ya sus investigaciones en el Congreso de los
Estados Unidos. Sus conclusiones “sirvieron para tranquilizar a la
sociedad frente al temor bastante extendido que un alumno que crece
entre dos idiomas perjudica la lengua materna y el aprendizaje de
otras materias”, según Andrew N. Meltzofr.
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